viernes, 28 de mayo de 2010

VEINTE EUROS,PRIMERA PARTE

20 EUROS…

Aquella mañana, en vez de tomar el camino de los “conejos” que va junto a las cañas y está libre de arena, no sé el porqué me guiaron mis involuntarios pasos a caminar junto a la lengua del agua, divirtiendo mi vista en el rompimiento de las albas olas mediterráneas.
Como es costumbre en mí, voy cogiendo piedras chanfletas para probar la fueraza de mi brazo y, comprobar, si el año anterior llegaba, al lanzarlas sobre el mar, más lejos que el presente. ¡Afortunadamente sigo teniendo el mismo tiro! Pero así iba cogiendo una y otra piedra y ejercitando mi brazo.
Currillo, que es hidrófobo total, cada vez que veía que me agachaba a coger una piedra, quizá recordaba lo del año anterior cuando él era un bebé y yo lo lanzaba al agua allá en la playa del Peñoncillo, y recelando de que fuese a ocurrir igual, se alejaba de mí en esos instantes.

Bien, pues así me iba yo distrayendo y él observándome. Una de las veces que me agacho a coger otro guijarro, casi sin mirar al suelo, pongo la mano en lo alto de una cosa suave: eran unas gafas de goma de algún buceador. ¡Caramba qué bonitas eran! Éstas para mi nieto Pedrito que le gusta fondear en las aguas. Sigo adelante con mi manía de ejercitar mi brazo y, al coger otra piedra me pareció ver un azulado papel, le doy con el pie y me sorprenden veinte húmedos euros que, con suma delicadeza fui secando a favor del viento del Sur. Entonces me acordé de un refrán de mi tierra que dice: “Uno por madrugar, se encontró un bozal….Pero más madrugó el que lo perdió”.

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rafael

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Rafael 1957