jueves, 13 de mayo de 2010

CARMENE LA VERDULERA,SEGUNDA PARTE

Aquel sujeto tenía toda la catadura de don Quijote. Era alto, delgado, de rostro afilado cual fuese un indio, con una perilla de ralos hilos que, más que pelos parecían alambres. Siempre llevaba un libro bajo el brazo, el que nunca leía, pero los “inspirados” clientes de aquella taberna le habían puesto el apelativo de el “filósofo”; pues algunas frases hechas que él solía pronunciar, sacadas de cualquier libraco, los demás clientes, gente sencilla y analfabetos la mayoría, aquellas palabras del aquel hombre las tomaban como puras sentencias…

Muchas mañanas, cuando Carmen la verdulera llegaba a calentar motores con su copita de coñac, ya se encontraba allí el “filósofo” . El roce “clientelar” y el verse a diario en aquella taberna, les fue acercando a una mistad, llegando a tal punto que la verdulera se dejaba invitar por aquella figura extraña de hombre. Tanto llegaron a intimar que, un buen día, Carmen fue invitada por él a ver una película que proyectaban en otro barrio no muy lejos del de ellos. Era una película de propaganda guerrera en la que hablaban pestes del adversario, achacándole crímenes y atrocidades al enemigo. Se titulaba ésta “LAS TRICHERAS ENEMIGAS”.
Aceptó la vieja aquella invitación y, a lo largo de la proyección, entre otras cosas de mal gusto, aparece un soldado sentado sobre un saco terrero de su misma trinchera, escribiendo una carta sobre sus rodillas. Al término vuelve el soldado la cara hacia la cámara filmadora, y al distinguir Carmen aquella imagen salta sobre su asiento diciendo con alocados gritos de alegría: “Carlitos, Carlitos; ese es mi nieto. Sí mi nieto…”

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Rafael 1957