domingo, 16 de mayo de 2010

EN EL ÁRBOL FRONTERO, PRIMERA PARTE

EN EL ÁRBOL FRONTERO.

Lejos de ese contrato social que la mayoría de las veces conduce al hombre a grandes errores, farsa e hipocresías, ellos, sin más presión que las del libre amor, habían comenzado a fabricar su nido. Yo les veía llegar por las mañanas temprano y a cualquier hora. Ellos no entienden de reloj ni están sometidos a ninguna dictadura inventada por los hombres. Cualquier hora es buena para amar, trabajar o construir…
Con una ramita en su pico, un esparto viejo o una maraña de pelusa atenazadas en sus débiles extremidades, era suficiente e importante para aportar a la obra de su hogar; aquel que habíanse propuesto edificar en su deliberada elección, pero empujada por la necesidad fisiológica, sobre la copa de un árbol del jardín comunitario y frente a mi vivienda de cemento.
Yo les vigilaba con máxima atención y prudencia, pudiendo ver las mañas que se daban, cargadas de laboriosos artificios, sin concursos familiares, ni torpes consejos ajenos. Sólo la Naturaleza les había llevado al apareamiento en la perentoria necesidad que la Creación nos dicta a todos los seres de la Tierra…

Hacía unos días que iba decreciendo el laborioso acarreo de materiales constructores hacia la copa de aquel árbol; posiblemente ya estaba a finalizar su obra… De vez en vez se la veía salir de su nido, sólo unos momentos. Pero era tan hábil y sigilosa para ocupar nuevamente su morada de amor, que de no estar muy atento, apenas daba ocasión de verla entrar en ella.
Él, siempre vigilante a la presencia de cualquier intruso, no se separaba dos cuartas de sus dominios territoriales.

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Rafael 1957