jueves, 13 de mayo de 2010

CARMEN LA VERDULERA, CUARTA PARTE

Cuando llegó nuevamente el momento de que aparecía el soldado escribiendo sobre sus rodillas, ella exclamó toda nerviosa. Lo ve usted, está allí, es mi nieto, mi nieto! ¡Lo conoceré yo! Corrió nuevamente hacia la pantalla a saludar a su nieto, y si era posible a darle un montón de besos.
Los empleados del cinematógrafo lo evitaron e indagaron sobre aquella pobre anciana, sacando en conclusión que había perdido el sentido de lo que era la realidad. Se pusieron de acuerdo los compañeros y advirtieron a la taquillera que si la veía llegar a sacar la entrada, que le dijera que se habían agotado y no podía entrar. Era una forma de evitar el escándalo que formaba cuando veía a su nieto en la pantalla.

Pues a la noche siguiente se volvió a personar ante la taquilla pero ya “no había entradas”.
Qué desilusión más enorme se llevó el no poder ver otra vez a Carlitos. Ante esta decepcionante noticia, lloró y maldijo a todo lo humano, yéndose para su casa entre un llanto interminable. Al pasar por la taberna de Hidalgo vio allí al “Filósofo” ante un vaso vacío, y que la obligó a que entrara para invitarla. Ella no tenía ganas de nada, pero aceptó la invitación y comenzó a hablar con su amigo. Éste le volvió a explicar todo lo que anteriormente ya le había dicho y la fue convenciendo con las palabras más dulces que se pueden emplear en estos casos que, efectivamente su nieto había muerto defendiendo a la Patria.
Ella muy rebelde le dijo: “¡defendiendo a la Patria, y la Patria mató a mi marido solamente por hablar en defensa del pobre? Pero ¿qué Patria es ésta? Sí, ya estaba convencida que su nieto había muerto en el frente, pero esta próxima noche iría otra vez a ver su imagen que jamás olvidaría.

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rafael

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Rafael 1957