jueves, 13 de mayo de 2010

CARMEN LA VERDULERA, TERCERA PARTE

En la amplia sala aquellas voces alarmaron al público asistente, imponiendo la mayoría silencio a aquella mujer que, con sus gritos acababa de romper.
Corrió Carmen por el pasillo hacia la pantalla, y los acomodadores iban tras ella intentando calmarle sus nervios… “Mi nieto, mi nieto; yo no sabía que él trabajaba en una película. Llevo casi un año sin tener noticias de él. No me escribe, le decía a su acompañante el “Filósofo”. Y éste, con una de sus “sentenciosas” frases la pudo calmar explicándole el mecanismo de la filmación, pero ella no atendía a explicaciones ningunas. Aquel era su nieto y nada más.
La película iba llegando a su fin y ya no salió más el soldado en la pantalla. Llegó al fin a su casa aquel día, deseosa de que llegara otro nuevo para ir otra vez a ver a su nieto. A toda su clientela le fue contando a la par de ir vendiendo su género lo que había visto en el cine el día anterior, diciendo la inocente que ella jamás pensaría que su Carlitos trabajase en el cine…
Aquel mismo día por la tarde se personó en su domicilio un agente de la Benemérita con un paquete, donde portaba las pocas pertenencias de aquel soldado que, según su abuela “trabajaba en el cine sin ella saberlo.”

Las circunstancias de la guerra no habían permitido notificar la baja de aquel defensor de la Patria causada por el enemigo. Carlitos hacía once meses que había muerto en el frente.
Al momento se sorprendió la abuela, pero reaccionó y pensó: “¿Pero cómo puede ser esto, si yo le ví anoche escribiendo una carta? Este hombre que me ha dado la triste noticia está equivocado. Eso no puede ser; esta próxima noche lo comprobaré”. Esa noche fue ella quien invitó al “filósofo” y por el camino hacia el cine le contó lo sucedido aquella tarde. El acompañante, con palabras discretas y de conformación le volvió a explicar el truco del cine, pero ella no quería comprender, cual nos pasa a los demás cuando se nos va un familiar.

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Rafael 1957