miércoles, 19 de mayo de 2010

EL SINO DE CADA SER,PRIMERA PARTE

EL SINO DE CADA SER

Cuando la inclemencia del tiempo hacía estragos en los débiles cuerpos, él iba gritando por las calles y plazas: ¡El Ideal! ¡El Ya! ¡El Pueblo! Repetía con su ronca voz por el esfuerzo, sobre el fango y la escarcha, cuando hasta las ramas de los árboles se encorvaban y éstos temblaban desnudos por el frío reinante.
Descalzo, con el cuello al aire, mal prendido el pantalón que sólo le alcanzaba a las rodillas. Sobre su áspero cabello la vieja boina agujereada, de dudoso color trigueño, endeble, sin descanso y ágil por las calles y plazas, repetía con su voz cada vez más ronca. ¡El A.B.C.! ¡EL IDEAL! ¡DIARIO DE CATALUÑA!.
No se sabe si así sería su nombre, pero le llamaban Andresillo. Lo más que contaría serían diez primaveras. Su infancia, una penumbra dolorosa y triste. Es decir, un pasaje de Dante, una tragedia. Huérfano desde que abrió los ojos al mundo, fue recogido por mano extraña del suelo del suburbio, hijo de la embriaguez y de la infamia, creció entre golpes y denuestos, sin escuchar jamás esas palabras que parecen el salmo de las cunas y que las madres verdaderas cantan.

Nunca tuvo amigos; pues la miseria y la desgracia están siempre ausentes de compañía. Creció en un antro conociendo sólo el hambre, junto a un hogar sin llamas, y, apenas supo andar, sus manitas cárdenas de frío, ya ofrecían al viandante esas hojas inmensas, llenas de líneas negras. Vendiese poco o mucho, eran los golpes su recompensa diaria. No tenía más remedio que agotar su mercancía gritando: ¡EL A.B.C.! ¡EL PUEBLO…! Para aplacar la fuerza del verdugo, aquella mujer salvaje y sin entrañas, que amparó, no se sabe el porqué, aquél hijo del misterio y la crápula…
Si Andresillo le decía perdón, madre, entre un turbión de lágrimas, ella le contestaba:
--Yo no soy tu madre. Tu madre fue una horrible mujerzuela… ¡¡Un aborto del mal!! ¡No llores! ¡Calla!...

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Rafael 1957