sábado, 15 de mayo de 2010

EL HUERTO, CUARTA PARTE

Ya bien entrada la noche se pudo rescatar aquel extraño cadáver, de bello ropaje, que ya no lo parecía tanto cuando lo sacaron a la superficie. Efectos de esa transformación por la que todos hemos de pasar una última vez en la vida… Y, ahora qué se haría con aquel animal muerto que ya había perdido hasta su tratamiento de “real”. Pues como en el campo todo se come, y por aquellos tempos con más apetito y menos escrúpulo, así que un poco de vino en el mareo y a olvidar su “realeza”. Mas como aquello de “Real” sonaba a bueno, ocurrió como decía don Jacinto Benavente: “En cuanto se dice que una cosa es buena, ya se está tratando de comérsela”, y los huesos para los perros que también debían pillar algo…

También se acabó el Huerto un día como todo se acaba en esta vida.. Por mor de sus ricos frutos que ofrecía a propios y extraños, su bondad vino a dar con él en la nada. El Huerto se encontraba junto al camino que conducía al pozo nuevo, aquel que surtía de agua a todos los vecinos del lugar. Algún que otro muchacho se detenía a saborear sus ricos frutos y esto le caía muy mal a uno de sus dueños. La soberbia que en algunas personas conlleva el orgullo de la propiedad privada y otros ignorantes fueros del género humano, pusieron en la mente de aquel propietario, casi un arrebato demencial y ¡zas!, abajo todos los árboles del Huerto.

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rafael

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Rafael 1957