jueves, 13 de mayo de 2010

CONFIDENCIAS DEL VERANEO,SEGUNDA PARTE

Con sus parientes nunca había tenido roce; ¡Y ya se sabe lo que es el cariño! En la tristeza de su soledad optó por salir a pasear por la playa a las horas en que sus vecinos tiraban de las cuerdas del copo, siempre con la nostalgia que le producía ver a los del oficio de su progenitor. Una mañana le siguió un perrucho callejero que, al parecer, estaban tan falto de cariño y compañía como ella; se lo llevó a su casa y su soledad se vio trocada en una compañía fiel y amiga. ¡Qué bueno y cariñoso era aquel animal!
Desde entonces siempre había tenido perros; cada vez más, aunque a veces se le había hecho muy gravoso su mantenimiento, estando a punto de tener que abandonarlos por la maldita economía. Mas un buen día, cuando iba paseando a su prole canina, se topó con un señor alto, fuerte, y por cierto muy curioso, que se interesó cómo se las apañaba para mantener a tanto comistral. Ella le explicó lo que ya estaba siendo casi un problema para alimentarlos, problema que este señor salió al encuentro de su solución.

Dicho individuo, un alemán de los primeros que se habían afincado en aquel pueblo costero, le iba a proporcionar la fórmula más extraña que nadie haya conocido, y también la más económica para mantener a sus animales de collar: transformar el pescado en carne. ¡Qué cosas, Dios! con cuatro gotas de un misterioso producto que sólo él conocía, le daba al pescado un sabor a carne de la mejor calidad… Precisamente en uno de los últimos viajes que él hizo a su país de origen, le trajo tal cantidad de aquel líquido, que por más detalles tenía un color verdoso, como para mantener a sus canes por espacio de unos treinta años más.

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rafael

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Rafael 1957