miércoles, 19 de mayo de 2010

EL SINO DE CADA SER,SEGUNDA PARTE

Así entre aquel odio pasó el pobrecillo su infancia tenebrosa.
Una noche de invierno triste y fría, Andresillo se notó enfermo pero iba alegre porque había agotado su mercancía. Cruzó la plaza pensando en lo sabroso de su cena y en lo calentito que estaría el jergón de paja donde dormía, echando de menos la fiebre que invadía su cuerpo. De pronto oyó un sollozo; era una niña huérfana como él, como él sacada del fango, de la sombra, y compañera de oficio. –¿Qué te pasa?, ¿Qué tienes?—le preguntó Andresillo.
La niña suspirando le dijo que no había podido vender todos los números.
--¿Cuántos te quedan?
--Ocho, respondió la pequeña. ¡Oh santa compasión!
Andresillo le compró los números y siguió caminando hacia su covacha, calculando los golpes que le esperaban…Llegó éste a su cueva y vio en lo oscuro el gastado jergón de paja.
“Si te quedó algún número, a la calle—la mujer gritó--.
--La noche es mala y estoy enfermo--
--¡A la calle! ¡Vete adormir a los bancos de la plaza! ¡A cenar con los perros sin arrimo! contesta la mujer. Y con la rabia que ahoga la piedad bendita, echó al niño a la calle.
Lo que él y la soledad de la noche se dijeron, es un misterio. Tal vez, el alma enternecida de la pobre madre sobre el niño tendió sus leves alas…!
Lo cierto es que, al venir el nuevo día, los carreteros que entraban a la ciudad dirigiendo adormilados sus reatas tardas, le vieron con asombro sobre el umbral oscuro de la casa, rígido, inmóvil, azulado, muerto, a la confusa claridad del alba.

Rafael

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Rafael 1957