domingo, 16 de mayo de 2010

EN EL ÁRBL FRONTERO,SEGUNDA PARTE

Cuando ya habían nacido los polluelos, sus seres queridos, se los veía locos de contentos con sus alegres conciertos y revoleteos sobre la cima del árbol. Iban de vacío y volvían de cargado con el saltamontes atravesado en su pico para depositarlo en una de aquellas bocas orladas de amarillo que esperaban solícitas el alimento necesario para su desarrollo corporal.
Aquellos padres eran incansables en su tarea. ¡Cuánto amaban a aquellas cosillas tan diminutas! ¡Qué grandeza se fragua de tan poquilla cosa! Ya, el amor de pareja había derivado en amor de hogar con ese tenue y templado calor familiar, vivificando con ello, cuando sus componentes permanecen unidos y sus corazones laten al mismo ritmo y compás.
Pero he aquí lo que es la constante oposición inclemente y demoníaca. Esas tormenta que suelen aparecer en los últimos día primaverales, emborronando el Cielo y maltratando el suelo, cuando los campos ahogados en perfumes y reventados de flores varia, haciendo de dicha estación un deleite sin igual, troca en desgracia todo lo que antes era alegría y bienestar.
La lluvia había hecho estragos en muchos hogares y el nido había venido a tierra. La capa plumífera que preserva a las aves, no había aparecido aún en los cuerpecitos de estos guacharros, y la torrencialidad del agua caída, los privó de seguir con vida en este mundo animal… Aquella inclemente tormenta había roto el mecanismo de una familia recién formada, dejando sus piezas más débiles destrozadas por entre el follaje del jardín…
¡Qué manera de expresarse los padres en su intraducible lenguaje agobiados por el dolor viendo a sus seres queridos, minúsculas partes de sus propias entrañas, desnudos e inertes, sin más acompañamiento familiar, sin cumplidoras amistades ni ceremonias religiosas que despidiesen a los finados! Sólo ellos dos, en su justa protesta, maldecían los fenómenos de la Naturaleza que nos dan y quitan la vida.
Rafael.

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Rafael 1957