sábado, 15 de mayo de 2010

EL HUERTO,QUINTA PARTE

Cuando algunas veces suelo ir por aquel lugar, sólo por añoranza, pienso más de una vez que, si se produjese el milagro de poder recuperar aquella propiedad algún día, yo volvería a replantarlo con los mismos árboles que éste tenía cuando yo era niño, y los pondría a disposición de todos cuantos vecinos quisieran saborear sus devengos. Mas ya nunca será posible. Cambió tanto todo en nuestra geografía agraria que, en su desierto, seguiremos echando de menos los que esto tuvimos la suerte de vivir aquello: la alegría de sus gentes que tan felices éramos en aquellos tiempos. Jamás se verá ni oirán sus zagales tras su rebaño, gritando alegremente a sus componentes, ni a los gañanes tras su yunta de mulas se les escucharán los valientes fandangos que el viento transportaba a otros campos vecinos, alegrando la vida de cuantos los poblábamos.

Tampoco pasarán ya los colindantes del otro lado de la carretera, con sus mulos tordos aparejados con sus aguaderas de seis cántaros a llenarlos en el pozo de la “Caena”.
Y siendo así, como nunca más ha de ser, a veces cierro los ojos y veo con los del recuerdo, todo aquel trajín cotidiano de aquella mi feliz y alegre vida campesina…¡Era mi infancia, mi juventud! Y después nada, nada. No. ¡Aquello no volverá jamás!

Rafael.

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Rafael 1957