miércoles, 20 de enero de 2010

EN ESTADO DE COMA-- CAPÍTULO XII

Aquello ya no era como cuando él llegó a aquel pueblecillo. Las circunstancias le iban trocando el pasodoble de sus negocios. Unos días por la lluvia, otros por los malos encuentros que tenía con gente como el loco aquel que quería matar al hijo del alcalde y otros más por otras causas.

Incluso aquella charla que mantenía con el "doctor", que un día llegaron a entusiasmarle tanto, ya las oía como una música trillada; pues teniendo noticias de que aquel viejo estaba como una "regadera", para él sus charlas iband decreciendo e iba dejando de confiar en la autenticidad de sus palabras.

Pues aquel anciano, cuando se encontraba bajo la normalidad mental, la seguía enredando con el vendedor dándole la tabarra con sus manías del cerebro y otros órganos del cuerpo más ocultos.
ahora le dió por explicarle sobre la sexualidad de las personas e incluso de los animales.

Uno de aquellas noches estaban sentados junto al fuego, disfrutando del calorcito de aquel troco de olivo, y el "doctor" sin más preámbulo rompió fuego diciendo que el sexo está indisolublemente unido a la naturaleza humana, y es algo tan primitivo como ella. Pero además de ser vertiente biológica, posee otros aspectos que van mucho más allá de la reproducción. El ser humano es complejo--segía explicando-- y, por tanto, su manifestación sexual también lo es. Abarca aspectos psicológicos, emocionantes, y sociales y es una actividad capaz de producir placer, general amor, desecadenar anciedad e impulsar el odio... La capacidad para reporducirnos y los cambios fisiológicos modulan un sistema hormonal y una serie de controles nerviosos. Pero la sexualidad humana a diferencia de la animal, está más influida por estímulos ambientales, como pueden ser los patrones culturales, el aprendizaje social, la familia, la escuela o los medios de comunicación, que por los niveles hormonales o los centros nerviosos.

A Conrado parece que allo no le interesaba mucho y quiso interrumpirle con otros temas,pero al "doctor" no había quién le callase en aquellos momentos y continuó diciendo que si un diccionario médico puede definir el sexo de una forma prosaica como"condición orgánica que distingue el macho de la hembra", es evidente que los términos "sexo" y "sexualidad" tienen muchas más acepciones y, sobore todo, muchas más dimenciones que la estricta diferenciación entre el masculino y el femenino...

Este "medico" o lo que el se creía ser, no se cansaba de hablar ni, en su defecto se le ocurría hacer una pausa para recordar aquello que en sus días había estudiado. No, hablaba ininterrumpidamente como el que recita una poesía de memoria.

Conrado se preguntaba para sí.Pero,¿es podible que este viejo pueda tener una memoria tan lúcida y preclara? Este hombre está loco de verdad, o su verdad es una locura...

Pero el hombre seguía con su interminable monólogo del sexo; sí, el sexo es algo indisolublemente unido a la naturaleza humana y tan primitivo como ella, pero al mismo tiempo, ha evolucionado lo mismo que nuestra especie y se ha adaptado a la copleja realidad de la condición humana con todo su entramado biológico, emocional y social. Desde el momento que el ser humano es capaz de organizar su pensamientos, expresar sus sentimientos y planificar la naturaleza para adaptarla a sus necesidades, logra escapar de la esclavitud biológica de la sexualidad para trascender a algo que le lleve más allá de la mera reproducción.

El pobre Conrado, si no había oído hablar del cerebro, tampoco sabía una jota de este tema. Sí, él también sentía esa necesidad fisiológica como la de comer, pero los recovecos de su función,¡él cómo iba a saber nada de eso!
Cuando él sentía la necesidad de esa "necesidad", hacía lo que podía hacer y todo ser humano que produzca testosterona. Pero el mecanismo de ello él no lo entendía ni mucho menos. Conrado desde que quedó huérfano y pudo empezar a defenderse en la vida lo único que sabía es que había que comer y tenía que trabajar en lo que fuera, y aún siendo un niño le atacó la condición de comerciante y se puso a vender chuches por las calles de su pueblo. Avellans,pipas, chochos, caramelos, regaliz y otras minucias para la gente menuda. Pues nunca tuvo tiempo de pensar en el amor, pues para todo en la vida hay que disponer del necesario tiempo y ocasiones temporales,y, por lo cual, aquel monólogo del "doctor" le hizo bostezar dos otres veces seguidas y el viejo se dio cuenta que su "habitual alumno" tenía necesidad de irse a dormir. Así que puso fin a su discurso, cerró el libro, se levantó de su asiento, y dando las buenas noches se alejó entre la confusa luz, camino de su aposento.

También Conrado se fue a dormir, pero el sueño parecía como si se hubiese ido de vacaciones. Entraba algo de luz por la ventana de su dormitorio y aquello asimismo contribuía a su desvelo.
Pensando en lo que el "doctor" le había explicado respecto al sexo, se puso a cavilar sobre ello, pero a él se le habían olvidado hasta aquelas palabras tan complicadas que pronunciaba el "doctor". No podía coger el sueño, aunque allí debajo de la chimenea hubiese dado muestras de que tenía necesidad de dormir, o que más bien estaba aburrido de aquella charla. Ahora se daba en pensar en otras cosas de más provecho para él, y en el sepulcral silencio sintió como si una persona respirase profundamente a su lado. Puso máxima atención a aquel extraño ruido y cada vez lo oía con más claridad. Se sentó en la cama donde aquel duro colchó de borra le tenía los huesos molidos, y parecióle que el extraño ruido había desaparecido. Se serenó un poco y nuevamente se echó en la cama a ver si podía coger el sueño. Pero, ¡qué bah! Nada más ponerse en posición horizontal comenzó de nuevo a oírse aquella agitada respiración. ¡Dios míos, que será ésto! --pansaba--.

Ya casi al venir el nuevo día, el rendimiento fisico le dejó dormido, pero otra enorme pedadilla le abordó sus sentidos:
Veía la hoja de la navaja que vendió al arriero, cómo chorreaba gran cantidad de sangre. Su dueño aún la tenía empuñada, y a sus pies estaba agonizando el hijo del alcalde, aquél que quiso quitarle su novia. Un corro de gente cercaba al moribundo gritándole al homicida: "canalla, asesino, hijo de mala madre,, crinal, drope, bandido, loco..." el policía municipal del pueblo le esposaba de ambas manos a la vez que le preguntaba dónde había comprado aquella descomunal navaja, el arma homicida.

Conrado en su subcosnciente, ya se veía complicado en el asesinato, y con un nudo en su garganta y un tremendo peso sobre su pecho que le ahogaba, dio un tremendo grito de angustia y, sin saber cómo, se vio sentado en la cama. ¡Dios, aquellas pesadillas la habían tomado con él y le iban a llevar a la tumba un día cualquiera!

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Rafael 1957