miércoles, 13 de enero de 2010

EN ESTADO DE COMA - CAPITULO I

Estaba cayendo la tarde cuando Conrado se detuvo con su motocicleta en la puerta de aquella vetusta casa--pensión, llamada "el Socorro",edificio que siempre estuvo dedicado a la hospitalidad viajera de aquellos tiempos llamada posada o pensión de todo viajero que fuese a pie o con caballerías. Era una enorme casa en dimensiones dividida en corrales, patios y, por supuesto piezas habitables donde los huéspedes pudieran alojarse con la comodidad de aquella época.
Aquel negocio estaba regentado por un anciano, heredero de los antiguos dueños, y por una mujer mayor comida del reuma, llamada Dora y con una extremidad inferior mutilada, por un accidente que tuvo en su juventud.
Conrado procedía de un pueblo de la Mancha, concretamente de Yuncos, provincia de Toledo.
Tenía éste como profesión, para buscarse el sustento diario, la de vendedor ambulante, especie de un "comercial autónomo" que, por aquellos tiempos se denominaba
en vulgar jerga el de quinquillero; pues igual ofrecía al cliente unos guantes del género más extraño imaginado, que pulseras de brillante latón que, al más mínimo roce con la piel se exponía el comprador acontraer el tétanos.

Aquel hombre llegó allí en una excursión de ensayo, porque por su pueblo natal ya lo tenía muy explotado, y aquí precisamente acertó con su "negocio".

Este pueblecito, de la provincia de Jaén, era tan pequeño que se podria decir que no figuraba en el mapa Nacional.

Conrado era soltero cuando aún ya frisaba en los cuarenta años de edad. Sus padres habían desaparecido en la guerra cuando él era muy pequeño, y había crecido al lado de unos cercanos parientes que le recogieron en su desamparo. Criado en la miseria de aquellos años y desde que empezó a sentirse con ánimo de buscarse la vida en su ingenio de necesitado, se echó a luchar en ésta para buscarse su mendrugo y aliviar un poco la carga de sus parientes.
Como se vislumbra nunca tuvo oportunidad de pisar un centro docente, pero su necesidad le obligó a auto-instruirse echándole arrestos y valor a la vida.

Conrado parece ser que cayó allí en aquella casa en estado de "gracia". con un día y otro fue haciéndose acreedor de la amistad de aquellas dos personas que empezaron a darle una confianza como si de un familiar se tratara.
Ál paso de los días la intimidad se fue forjando, y aunque la cultura de él estaba a años luz de la de aquel anciano, la sencillez y conversación del viejo agradaban a Conrado como, la prudencia de éste era muy bien aceptada por el dueño de aquella fonda.

Conrado en su trabajo le iba bien y ya tenía noticias de algunos del pueblo que a aquel hombre de la fonda le llamaban El "doctor". Como la amistad se iba consolidando, Conrado, con toda candidez de un hombre sin una cultura que le hubiese sujetado la lengua (aunque sin maldad) y con la mayor prudencia, se interesó por el apelativo de aquel hombre serio por fuera y amable por dentro, aunque esto no sea lo normal en la mayoría de las personas.
El señor "dotor" le contestó con toda prudencia y le contó algo de su pasado.

--Mire usted, señor Conrado le voy a contar algo de mi vidad que ya va siendo larga y amarga en elgunos trances de mi existencia: En primer lugar debo decirle que cuando estalló la guerra. criminal contienda española, yo era un adelantado estudiante de medicina; pues por ser hijo único, mis padres me estaban costeando una carrera que con buenas notas iba desarrollando en la Universidad de Granada. Estando a punto de coger la licenciatura, se produjo la sublevación del general Mola contra el gobierno de la Repúbica constituido legalmente por el resultado de las urnas. Como aquella criminal guerra,(porque las civiles son las más criminales) pues son de tipo geográfico donde un hermano cae en una zona y el otro en la contraria, llegando a matarse en los campos de batalla sin comerlo ni beberlo, yo tuve la suerte de caer en la zona Republicana, o no sé si desgracia, y con sólo dieciocho años de edad me reclutaron a filas, yendo derechito a matar a amigos o deudos sin haberme hecho a mí mal alguno ni yo a ellos... aunque he de confesarle que yo siempre disparé al aire.

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Rafael 1957