martes, 19 de enero de 2010

EN ESTADO DE COMA-- CAPÍTULO XI

- Cuatro pesetas
-No me la pue dejá en menoo?
-Bueno, le quitaré dos reales.
-vale, me la queo.

Una vez que la tuvo en sus manos, mirando a las alturas del cielo dijo: po erdio que noalumbra, con eeta juro que le sacaré laa tripaa a ese canaya que amieparda ronda a mi María Doloree.

--Por Dios, muchacho, ¿qué dices?
-Lo que oté oye. Esemarnasío me va a bucar una ruina; e un traidó que me quie quitá a la novia.

--Mira, muchacho, ninguna mujer ni, en su defecto ningún hombre, (en caso contrario) merece jugarse la vida ni ir a la cárcel por el sexo contrario. Hay muchas mujeres para obsecarse sólo por una.
-Sí que la abrá, pero como mi María Doloree, no.

--De todas las maneras que lo mires, yo te aconsejo que eso que piensas lo tienes que desterrar de tu mente. No ves que vas air a la cárcel?
-Pué a lo mejó ni voy, y jago lo jiso Fraquito Jimenes.
--Y quién es tal Jiménez?
--Ya no e ná.Jué aquer que la jente llamó Curro Jimenes, er barquero de Cantillana. oté no lo oyó nunca metá?
--Pues, no.

Yo se lo voy a contá a oté, porque a mí me lo contó un vesino de aquer pueblo que er año pasao etuvo aquí vareando acituna y yo me ise su amigo, porque contaba cosaa mu curiosaa y unaa itoriaa que a mí me guutaban muncho y entre tantaa me contó eeta:
Resurta que fraaquito tenía una novia que se llamaba Maricarmen, mu guapa y guen tipo,y er hijo der arcarde se la quería quitá, iguar que su canaya de padre le quitó la barca ar padre de Fraquito, porque dijo que ya se bahía terminao er contrato, y er pobre se queó sin trabajo y con su madre enferma. Una noche eetaba Fraaquito pelando la pava con Maricarmen en la reja, y pasó un empleao der ayuntamiento y se lo dijo ar arcarde y éete a su hijo Enrique, que asin se llamaba ermanasío. Eete jué abucá a su doo primoo y cojieron a Fraaquito deecudiao y le dieron una palisa entre loo tree que lo dejaron derrengao. Como puo se jue a su casa, y la probe de su madre llorando a lagrima viva lo cudiaba con pañoo de arnica to too esoo remdio caseroo que ante consían la jente deloo puebloo. Cuando Fraaquito se repuso de la cobarde palisa, jué y se compró una navaja de siete muellee, se jué a casa der arcarde, entró, le pegó un tajo en toa la cara que lo dejó señalo pa siempre.
Se salió corriendo de la casa y se topó de cara con er hijo y le metió en la barriga unaa pocaa de puñaláa que allí lo dejó frito. En la plasa se encontraban loo doo primoo de éete y a loo dood loo mató. Entonsee se tiro ar campo y jué derecho ar cortijo der arcarde y le metió juego, y como se ve ya eetaba juera de la Ley.Formó una cuadrilla de amigoo y aí comensó su vía de bandolero; uno maa que la injuutisia de aquelloo tiempoo isieron en Andalusía... Asín que como a mí esa iitoria me guutan muncho, no me importa jasé lo mesmo si viene ar caso, porque eete ijo de malamadre tanmién e ijo der arcarde de mi pueblo. Pero a mi Maria Doloree no la cata ese, poque le echo laa tripaa juera...

A este momento ya estaban los dos hombres liando un cigarro amistosamente, y Conrado no dejaba de aconsejarle que olvidara aquello y se quitase esas ideas de la cabeza, pero aquel arriero de poco seso, abrió la navaja y simulando lo que quería hacer al que quería quitarle la novia, apuntó con ella a la barriga de Conrado, y cuando éste vió aquel además y la navaja tan cerca de sus tripas, echó a correr camino adelante dejándose atrás su moto y la maleta, mientras el futuro asesino del hijo del alcalde le dió un ataque de risa diciéndole a Conrado a voces que aquello no era con él, que sólo era un ensayo de lo que pensaba hacer...
Volvió luego el vendedor enterado ya de aquella pesada broma del arriero, mientras se decía para sí: ¿y por qué no ensayas con la que te parió, "so peazo" loco?
Conrado echó mano a su moto para alejarse de aquel sujeto, pero le detuvo intentando contarle otra historia de bandoleros...

Por fin se pudo escabullir de las inmediaciones de aquella "bestia vestía", y el arriero sin dejar de reír, puso en marcha su recua de burros, y quizá pensando en su María Dolores.

A conrado se le quitó la gana aquel día de buscar clientela, y cuando el arriero torció su camino en otra dirección, salió Conrado de detrás del olivo en que se había ocultado y se regresó para la fonda.

Todo lo que restaba del día se lo pasó ordenando su género sin dejar de pensar cómo hay gente tan loca todavía que piense matar a otra persona por conservar su amor...¡y es que el amor no deja de ser un grandísimo demente!

Aquella noche, cuando llegó la hora de la cena, Dora le servió al viajente un rebosante plato de calandrajos, especie de una pasta aderezada con otros sustanciosos aditivos que en la zona de la capital del Santo Reino es comida muy común y celebrada en la mesa.
Después encendió un cigarro y se dirigió a la chimenea, buscando, como siempre, el calorcito del troncón de olivo que allí ardía constantemente.
El "doctor" no llegaba, ni Dora se veía por allí en aquellos momentos. La cuadrilla de picapedreros nunca tomaron partida de aquella tertulia; tenían un trabajo muy pesado y de la mesa pasaban a la cama.
Conrado se fumó el cigarro a la espera del "doctor" que demoraba su presencia,pero por lo visto éste no tenía ganas de conversación aquella noche, y aunque Conrado ya sabía de su manía, no le sabía mal que apareciera por allí para pasar el rato con su charla del cerebro y otros órganos del cuerpo, aunque todo aquello que explicaba tuviese o no algo de verdad, pero le distría oirle. Se dispuso a liar otro pitillo, lo fumó asimismo y, sin saber la causa, le vino a su pensamiento la pesadilla que había tenido noches anteriores, y desparramando la vista hacia los extremos de aquella inmensa cocina bajo la penosa luz del quiqué, se imaginó ver una sombra que a intervalos pupulaba por sus inmediaciones. Comenzó a erizársele el vello y la gorra le parecía que se le salía de la cabeza, tal como si en su entorno anduviese un lobo rondando alguna pieza comestible. Es decir, que se encontraba totalmente alobado. No tenía aliento de levantarse de su asiento para irse a la cama, y por unos momentos pensó pasar la noche allí debajo de la chimenea hasta que amanecieran las claras del día y éstas le diesen el ánimo que había perdido en aquello ratos de soledad nocturna y pensando en cosas extrañas. Quiso levantarse para atizar la lumbre, mas con extraña sorpresa y miedo pudo comprobar que sus miembros inferiores estaban como amrrados a la su silla... ¡Dios mío! ¿Esto que es? ¿El cerebro también me ordena que no me mueva de mi asiento? ¿Por qué? ¿qué le he hecho yo a mi cerebro? Según el "doctor" mi cerebro soy yo, y yo, mi cerebro.¿Por qué no puedo disponer de él en este trance? Asimismo le vino a su mente el nombre de aquella pensión. ¿Por qué se llamaría el SOCORRO?¿¡Habría ocurrido por aquellos alrededores, en otros tiempos, algún criminal duelo y el mal herido lo habrían llevado allí a curarle o habría muerto y aquello estaba encantado desde aquellos tiempos? Todo lo amasaba en su magín mezclando unas cosas con otras, y se acordaba de la formas de hablar el "doctor" con aquella naturalidad con que lo hacía sin el menor prejuicio. Aquello ya le estaba resultando a Conrado un poco enredado. Empezaba a serle un tanto raro las cosas que pasaban en aquella casa. En este mar de dudas se encontraba cuando las clara del día empezaron a dejarse ver por el amplio ventanal de la cocina...¡ Qué noche más horrible se habías pasado! Mas al poco se tranquizó y se felicitaba del amanecer del día que le ayudaban delucidar un poco su mente. No era precisamente un día claro del todo, pues unas pardas nubes se fueron corriendo a través del espacio visible. Se le fue olvidando aquella pasada noche y se dispuso a organizar su trabajo; fue a echar mano a su maleta para momtarla en la moto, pero dudó unos momentos al ver que las nubes crecían y se ponían mas parda aún. Al poco, San Pedro estornudaba y el suelo se fue cubriendo de agua. La lluvia cada vez arreciaba más y el día ya lo daba por perdido. ¡Todo empezaba a ponérsele de espaldas!















































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Rafael 1957