jueves, 19 de noviembre de 2009

CUANDO EL SOL VA CAYENDO

Por un cielo mudo y frío,
sin nubes y sin color,
bajaba un sol moribundo
muerta sombra de aquel sol
que la viejas primaveras
templaba fecundador.

Eran las tierras de ocaso
desiertos que Dios creó
para que el hombre se acuerde
del paríso de Dios
y muera con la nostalgia
del que es infinito amor;

y donde el cielo se unía,
sin nubes y sin color,
con una llanura muerta
que el ruido nunca habitó,
con lentitudes dolientes
agonizaba aquel sol.

Y no tuvo en su caída
ni pueblo que lo sintió,
ni pájaro que cantara
la vespertina canción
ni selva que se moviera
ni hombre que alzara su voz,
ni torre que se pintara
con el dorado arrebol.

Ni sedalito celaje
que embebiera en su vellón
la púrpura derretida
del último resplandor.

Entre desiertos desnudos
la muerte le sorprendió,
y al que muere en el desierto
no le ve nunca el amor,
ni nadie le presta oídos,
ni nadie le dice adiós.

Así murió aquella tarde
solo y quejándose el sol:
¡Asi se mueran los hombres
que han vivido sin amor!

2 comentarios:

  1. Rafael esto es precioso, yo de mayor quiero ser como tu.
    Un abrazo
    Manuel

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  2. No hay que ser precisamente adaluz para tener buen humor. El buen humor está en cualquier parte, porque es una cosa innata de la persona.
    Yo además de comprender que todo cuanto escribes es interesante, también me gustaría ser como tú. Señal que sería más joven, y eso sí que no hay poder que lo arregle......

    Un dilecto saludo.
    Rafael

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rafael

rafael
Rafael 1957