viernes, 13 de noviembre de 2009

CARTA DE MI NIETO (CON CARIÑO)

No hay tinta suficiente para contar la vida,las ideas y pensamientos de mi abuelo, cualquier intento de sintetizar tanto en tan poco, es un vago intento de decir que el océano se cruza andando.

Creo que estoy condenado a ver como, los que vengan detrás de mí no vean a los que yo más quiero, que no sepan dar valor y sentir como ahora mismo me siento, con el corazón encogido mientras escribo y pienso en como pasa el tiempo, tiempo que me aterra, que se llevará a los míos y después a mí, que todo quedará tras mucho esfuerzo en libros viejos que cuenten historias de personas que serán conocidas en fotos o en algún vídeo casero como aquellas fotos en que la luz deslumbra el objetivo, nos saca del mal gesto, aquellas en las que no recogen las palabras claves, la mirada real, las frases que no debían caer en el olvido:

"la única verdad en esta vida es la muerte,¡¿tú no sabes eso?!

Mi abuelo.

Tampoco aquellos gestos que nos caracterizan, aquel olor de cada casa, una cena de la familia separada.

Qué injusto es acordarse más de todo esto cuando cantan los grillos o cuando lo único que escuchamos es nuestro aliento al compás del latido del corazón...

Cuando sale el sol, la vida no nos deja pensar en la vida y en su prima fea la muerte.

Creo que ha llegado el día en que empiece a escribir mi historia, nuestra historia; para que un día, al igual que mi abuelo Rafael, no comprenda como mis hijos o mis nietos no la leen con el esfuerzo, el cariño y afán de recordar y enseñar nuestro pasado.

Mi abuelo Rafael era orgulloso, cabezón, desconfiado, valiente, fuerte, tenaz en su afán de superación, trabajador y miedoso de la injusticia del paso del tiempo.

Trabajó desde muy pequeño para su padre llevando cabras, corrió bajo las bombas en la guerra civil, emigró de pueblo en pueblo escondido entre su silencio para no ser apresado, trató de no morir de hambre en la triste dictadura de Franco; logró huir con su familia (mi abuela, mis dos tías y mi madre) a Australia, donde como emigrante y desconocedores del idioma tuvieron como tantos otros españoles que buscarse la vida; allí trabajó en todo lo que pudo, con el miedo de sentirse solo, de luchar contra lo desconocido; transmitiendo a forma de parásito su inseguridad, su pánico y u fatalismo bajo el manto del sobre proteccionismo a sus hijas, como si no andando no se fuera uno a caer.

He de decir que sólo las personas inteligentes son aquellas que más sufren, ya que por desgracia vamos por delante de lo que acontece y somos conscientes de la fragilidad de la vida y de su paso efímero; para ser más preciso diré que al lado de "inteligente" también debí de poner "inseguras e independientes".

Logró trabajar en grandes empresas, conoció a muchos amigos y conocidos, provocaron en él, el "don" de generalizar y de juzgar, debido a todo lo que oyó y vivió...
Es un hombre de antes, patriarca, en falda mientras su mujer se abrocha el cinturón para que la mesa no se quede coja.
Marido, padre y amigo que siempre lleva la razón, porque "¿tú qué vas a saber?". La coraza que antaño fue de acero y deslumbró por su rigidez se fue mojando con la lluvia así como se fue secando con el sol que pasaba a través del sombrero, y poca cáscara de polluelo recién nacido queda ya en el nido.

Mi abuelo, don Rafael León Raya, es en realidad el amante de la vida, de las letras que nunca conoció en la escuela, aprendiz y maestro sin pupitre donde apoyarse en la dureza del campo; ahora se llama "autodidacta".
Él no decidió aprender antes de tiempo lo que era la muerte, el tener que callar, obedecer ante la vara, libertad como utopía, el campo, la oscura carretera...
La frente de un toro era más cálida en baile con la muleta que la vida le tocó vivir.
Aún así lanzó al aire su cante, rocío de la mañana, pájaro en movimiento.

-Que paren el paso ¡que la virgen está triste!
-¡que su gitano va en la cruz!
-yo te doy mi alegría,
-alegría para tu caminar,
-alegría sin más,
-yo lloré tu pena
-pena en mí
-que con mi canto
-tu paso alcance a tu hijo
-arropado por la fuerza de mi voz.

Donante de cariño y amor para sus hermanos, sus amigos y su familia, torpe al darlo muchas veces, pero enorme en la suma de lo entregado.

Para todo sirvió, mirando a los años pasados, este hombre algo más cambiado con un verso fino entre sus dedos, galán cual pavo real, demandante de su público, su corazón es sin duda admirable y espejo modélico de las torpes generaciones que no sabemos mirar aquello que nos ofrecen nuestros mayores.

Yo sin saberlo ni entenderlo, porque conozco a mis padres y ninguno de ellos fue torero ni escritor, sé aunque no consigo entender, que con admiración puedo decir que más que en expresarme en el papel, que en el miedo a la muerte o más bien al paso del tiempo, anhelo el pasado y el abrazo de los míos, que soy en gran parte, pieza grande del puzzle de don Rafael León Raya, mi amado abuelo.

Eres un fenómeno abuelito, en tus momentos de flaqueza, que no te entristezca esta carta, únicamente recuerda que te queremos mucho y te valoramos más.

Luis

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Rafael 1957