En un débil arbolillo,
columpiándose estaba
un robusto chiquillo;
mas cuenta no se daba,
que el fláccido vástago
dolorido, se desgajaba.
En una columpiada
tan fuerte y violenta,
desplomóse la rama
dando con él al suelo,
entre golpes, tretas y vueltas.
Levantóse mohíno
y mal humorado;
miró al árbol con rabia
y se fue cabizbajo.
Eso demuestra
que el fuerte al débil
siempre molesta.
Mas hay que saber
en lugar primero:
¡cuánto más débil,
más traicionero!
miércoles, 3 de febrero de 2010
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