sábado, 19 de junio de 2010

POBRE NIÑO.

¡POBRE NIÑO!

Aquella madrugada habíamos salido para un pueblo de la sierra: Era verano. Un verano de esos que asfixia a los segadores junto a las mieses y derrite el alquitrán de las carreteras haciéndolo correr a chorros semejante al alpechín de los molinos de aceite. Aún por la madrugada, no se había sofocado ese calor que anunciaba otro próximo día de horno ardiendo…¡Qué bochorno dentro de la cabina del camión! Por ambas ventanillas abiertas, el aire quería mostrarse acariciador, pero estaba muy lejos de serlo, porque no era fresco. Sólo el olor a pino en que venía envuelto, hacíalo más apetecible
Conforme nos íbamos adentrando por Sierra Morena, ese bonito regalo que la Naturaleza nos premió a los de esta comarca, uno de los escondrijos que fuera un día de aquellos bandoleros que la injusticia hacía criar y crecer por la pobre Andalucía de aquellos tiempos, reales o imaginarios, como fueron José Mª “El tempranillo” o “El Plumita” de Blasco Ibáñez y… otros muchos.

La rosada aurora comenzaba a tintar la tersura del cielo, y los faros de vehículo iban dejando de surtir el efecto que la luz produce en la oscuridad. Mi ayudante hacía rato que no me hablaba ni me ofrecía tabaco; mas, yo iba bien, iba en lo mío.
Desde que empezamos a subir una larga pendiente, se divisaba como montículo de nieve en la cresta de una oscura montaña, sobre peñascos de granito y altas jaras, la blancura de la casilla del peón caminero.

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rafael

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Rafael 1957