lunes, 7 de junio de 2010

EL PERRILLO, TERCERA PARTE

Después de la lluvia que trajo el temprano otoño, a los pocos días, el campo parecía otro campo. ¡Qué de florecillas habían brotado por doquier! Campanitas amarillas, blancas, azules, malvas… Tal parecía como si un pintor hubiese salpicado sus pinceles a discreción sobre el fondo de una alfombra verde. Del arroyo próximo, subía, en un vaho nebuloso, una suave tibieza acariciando el cuerpo adormecido de tanto placer mañanero.

¡Qué oloroso perfume de las múltiples plantas serreñas viajaba en el invisible viento!
El perrillo, mientras tanto, correteaba por el prado multicolor husmeando con su diminuto hocico las tiernas flores. A veces se me perdía de vista, y luego me lo encontraba detrás de una jara con una oreja encanutada y alerta, como escrutando en el templado viento las casi imperceptibles vibraciones de sus ondas…
Agarré el bastón y le dije que íbamos a dar un paseo por el camino del “Calero”. Él sí me entendió a mí. ¡Qué contento se puso! Emprendimos la marcha paralela al arroyo, lleno de frondosas adelfas y viejos acebuches, y cuando llegamos al cruce de la finca vecina, del terraplén más próximo, como disparado de un cañón salió un conejillo para camuflarse entre los girasoles. Mi fiel acompañante lo vio y lo siguió cuanto pudo, pero al poco volvió con mirada interrogativa: “!¿Donde se habría metido!?” –entendí. ¿quién sabe? Ellos tiene su escondite y los pies más ligeros que nosotros; ¿Cómo, si no, iban a subsistir?
Nos volvimos hacia la cancela de la entrada y él, un tanto sofocado, se fue en busca del cacharro del agua.
Rafael

1 comentario:

  1. Estimado amigo aunque nunca te escriba nada sigo leyendote y me sigues pareciendo genial.
    Que grandes artista han salido de la tierra Cordobesa que pena que algunos quedeis en el anonimato y solo unos pocos tengamos la suerte de conocer vuestro trabajo.

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rafael

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Rafael 1957