sábado, 19 de junio de 2010

POBRE NIÑO, SEGUNDA PARTE

Con mucha antelación a que coronásemos la cuesta, salió de aquella casucha una mujer despavorida haciendo la señal del ¡alto! Apartándose los abundantes y enmarañados cabellos de su descompuesto rostro, se puso en medio de la calzada decidida a que se detuviese quienquiera que fuese el que conducía aquel auto que a ella se aproximaba….Así lo hice yo y le pregunté: ¿Qué desea usted, señora?
La mujer me respondió con palabras un tanto atropelladas: ¡Por favor, llévenos al pueblo más cercano!. Precisamos a un médico; tenemos a nuestro hijo muy malito…Esperes, espere un momento; ya viene mi marido con él”. Y si como un extraño agente superior comunicase a sus manos una fuerza monstruosa, púsolas apoyadas sobre el camión con el instintivo fin de inmovilizarlo…¡Como si yo intentase eludir su petición y ruegos de madre!

Por unas escalerillas terrizas que descendían hasta la carretera, bajaba el hombre con el muchacho en brazos…”Mírele, señor, qué malito está—decía la mujer---sin despegar sus manos del capó del camión, como si su débil fuera femenil fuese la que tenía detenida a la potente máquina.
A aquel hombre parecía como si sus fuerzas se le fuesen agotando por momentos para terminar de bajar los peldaños que quedaban hasta la cuneta, con su hijo en los brazos; se le doblaban las piernas, y las extremidades superiores se le alargaban tanto que, daban la sensación que iba a caer de un momento a otro con aquella muralla de amor que comenzaba a desmoronarse de esta vida y que aprisionaba sobre su pecho.
Mi ayudante, como presintiendo y mal grave, dio un salto con la agilidad de su juventud y se encaramó en la caja del camión, dejándoles sitio a estos necesitados para que subieran a la cabina y se acomodaran con el niño enfermo…

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rafael

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Rafael 1957