viernes, 11 de junio de 2010

ELGÍA A M, HERNÁNDEZ, SEGUNDA PARTE

No sé si te lloraron mucho aquellos días,
pues los llantos estaban muy repartidos:
Callejones de ayes y suspiros,
plazas con crespones y negros mantos,
paseos con recuerdos de agonía,
avenidas de llantos y más llantos
y un todo de confundida algarabía...

Y tú, sin ignorar tanto lemento
quedaste sobre la tierra fosca y fría
haciéndole gozar a la muerte con tu cuerpo,
aquel que nadie más con vida lo vería.

Te apartaron lentamente para siempre
del cariño de tus seres queridos,
de la paz tranquilila de tu herto,
de la creación de su naturaleza
donde te inspirabas y te sentías contento.

Otras ovejas, que aún pacen, se detienen
al oír aquellas otras compañeras
y miran alos setos de tu huerto:
naranjo, peral,ruiseñor y fuente,
motivos todos, que un día fueran
de tus creaciones primeras, cuando
todavía eras un noble adolescente.

Mas al verte hombre de repente,
te miraron con dolor y pena,
pues todavía tienen presente
tu vida desgraciada, inquieta,
aunque no obstante, te respetaron
y a tu muerte, con dolor lloraron
a su mejor pastor; a su mejor poeta.

¡No pude tener tu amistad ni un día!
Pero tanto has calado en mis sentimientos
al leer detenidamente tu poesía,
que llegué a jurar, y aún te lo prometo,
de visitar tu tumba cualquier día,
y allí, en el silencio amado y triste,
de muertos,ni nichos y de fosas,
contarte lagarmente de esta vida
que, aún sigue siendo ingrata,
si no todas, ¡muchas muchas, muchas cosas!

Rafael. Año de 1967

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